viernes, 25 de febrero de 2011

The Catcher in the Rye

Antes de salir, revisó sus bolsillos, asegurándose de tener todo lo necesario. Sí, ahí estaba, la sentía pesada dentro de su abrigo. Buscó las llaves y algunos cigarrillos, revolviendo entre las pilas de discos. Desde los pósters y fotos que caían a su paso, la misma cara lo observaba detrás de unos anteojos perfectamente redondos. Sintió un ardor en la sien al ver esos ojos llenos de hipocresía, rebalsando de talento divino.
La música lo invadía todo, electrizante, revolucionaria, una melodía como nunca nadie había compuesto antes. Una y otra vez los versos se recitaban en su mente, sonando desde hacía varios días, estrofa a estrofa, riff a riff. Tomó uno de los discos y salió.
Caminó varias cuadras bajo el frío, fumando y oyendo todavía esa canción. Cuando llegó, esperó en la puerta del edificio encendiendo otro cigarrillo. El sol empezaba a esconderse cuando escuchó el ruido de la puerta, vio su silueta aparecer entre las sombras, tan pequeño. No estaba solo, ella estaba ahí también. Fue directo hacia él, le tendió una mano temblorosa y el disco. Esperó mientras él garabateaba sobre su propia cara, enseguida le devolvió una mirada transparente entre los cristales. Ya no era de papel.
Lo vio alejarse con andar audaz y despreocupado, era tan irreverente como siempre había creido. De nuevo sintió ese ardor en la sien, pero era tarde, ya se había ido. Sacó un libro de su bolsillo y empezó a leer algunos pasajes, sus favoritos. La noche entraba cada vez más y el frío era insoportable. No tenía registro de las horas pasadas, estaba totalmente oscuro cuando lo vio regresar, ella todavía junto a él. Volvió a invadirlo una sensación quemante, un odio, un deseo irrevocable de vencer al hombre tras el mito, de llevar sus propias palabras a la inmortalidad.
Dentro de su campera, el metal helado latía, cargado y listo para actuar. Empuñó el arma y con voz calma lo llamó:
- Mr. Lennon...

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