jueves, 5 de agosto de 2010

a momentary lapse of reason

Cansado, busca en su bolsillo. Encuentra las llaves, las usa, las devuelve a su lugar. Piensa en prender las luces pero desiste, no hay nada que ver ni nadie que lo vea llegar. Se descalza. En el suelo, los restos de una despedida apresurada, los pedacitos de su vida, inmóviles. Se dirige al baño, deja correr el agua, se detiene en el espejo. Trata de recordar de qué color eran esos ojos que apenas lo miran. Se enjuaga la cara, quizás un intento por refrescar la memoria, probablemente sólo un capricho de la rutina. Vuelve al espejo, más borroso, pero igualmente vacío. Tras una ducha rápida abre la heladera, la observa, la cierra. No sabe si tiene hambre, todo le sabe amargo.
Se refugia en el fondo del sillón, en las páginas de un libro ya leído. Lo hojea, lo devuelve a la biblioteca. Mira una película pero no logra seguir el ritmo de los subtítulos; los protagonistas le parecen previsibles, bien podrían ser él y ella, jugando a ser otros, a actuar un papel estúpido. La historia termina y el final feliz se le antoja ridículo. Cambia mecánicamente los canales sin detenerse en ninguno, hasta que se aburre. Vuelve a la heladera, pero entonces recuerda que ya no come y cierra otra vez la puerta. Maldita costumbre. Se le ocurre servirse un vaso de agua, pero tampoco. Nada sirve, él no sirve.
Los ojos oscilan sucesivamente entre la puerta y el teléfono, es consciente de que es inútil, es consciente de que es inevitable. Quisiera perder esa consciencia, acostarse, dormir sin soñar con su risa, despertar ayer.
Por la ventana entran voces ajenas, pero escucha algunas propias también, ecos, recuerdos, pensamientos. Se siente aturdido y no alcanza con cerrar las cortinas. Se siente solo y no alcanzan tantas voces para quitarle la nostalgia. No entiende en qué momento torció el rumbo, no entiende por qué no puede remediarlo. El cerebro adormecido y los ojos irritados le recuerdan sus errores, su triste vulnerabilidad. Se siente caer y sabe que no tiene aquellos brazos que lo salvaron tantas veces. Nada le importa, está decidido a corregirse, a cualquier precio, a cualquier resultado.
Descuelga el auricular y marca 8 cifras de memoria. Del otro lado, el tono de llamada, monótono, la nada, el mundo entero.

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