Tengo mil cosas que hacer y sin embargo lo único en que puedo pensar es en que tengo sueño, me duele la panza y quiero verte. Apago la luz y me acuesto, pero sé que no me voy a dormir, me duele mucho. Aunque me haga bolita y cierre fuerte los ojos, sigue doliendo. Aunque me tome una pastilla pasarán horas antes de que haga efecto, e incluso entonces, como a lo lejos, va a estar ahí, esperando el primer descuido para volver a aparecer. El más simple gesto, la sombra de un recuerdo, un perfume en el viento, y el dolor que se filtra. Sale a superficie con la misma intensidad, justo cuándo empezábamos a olvidarnos, y entonces tomamos otra pastilla y el ciclo se repite. Llegamos al punto en que no recordamos cuándo fue que empezó, si es que lo supimos alguna vez; si cesó realmente o era sólo el autoconvencimiento. Lo único que al final prevalece es preguntarnos si en algún momento vamos a poder levantarnos, dejar el placebo, dejar los descuidos; si en algún momento simplemente va a dejar de doler. ¿La panza? Si, eso también me duele..
¿Por qué? No sé. Es lo que me sale. Al fin y al cabo todos pensamos, algunos simplemente lo hacemos con palabras tan sórdidas y tan irreales como éstas, compuestas por millones de píxeles brillando en una pantalla. Y muchos pensarán que uno es un idealista, que escribe creyendo que va a cambiar el mundo. Y a lo mejor a alguno le vienen bien un par de millones de píxeles que se le escapan a esta cabeza...
miércoles, 10 de diciembre de 2008
pastillas para no soñar
Tengo mil cosas que hacer y sin embargo lo único en que puedo pensar es en que tengo sueño, me duele la panza y quiero verte. Apago la luz y me acuesto, pero sé que no me voy a dormir, me duele mucho. Aunque me haga bolita y cierre fuerte los ojos, sigue doliendo. Aunque me tome una pastilla pasarán horas antes de que haga efecto, e incluso entonces, como a lo lejos, va a estar ahí, esperando el primer descuido para volver a aparecer. El más simple gesto, la sombra de un recuerdo, un perfume en el viento, y el dolor que se filtra. Sale a superficie con la misma intensidad, justo cuándo empezábamos a olvidarnos, y entonces tomamos otra pastilla y el ciclo se repite. Llegamos al punto en que no recordamos cuándo fue que empezó, si es que lo supimos alguna vez; si cesó realmente o era sólo el autoconvencimiento. Lo único que al final prevalece es preguntarnos si en algún momento vamos a poder levantarnos, dejar el placebo, dejar los descuidos; si en algún momento simplemente va a dejar de doler. ¿La panza? Si, eso también me duele..