miércoles, 2 de junio de 2010

everything under the sun is in tune, but the sun is eclipsed by the moon

Saliendo de Primera Junta, me agarra el semáforo en Rosario cuando el reloj marca las 13. Estoy llegando tarde, como siempre. Espero en la esquina mientras los colectivos pasan y cruzo los brazos, hace frío y siempre estoy en la vereda equivocada, seguro en la de enfrente hay un sol que raja la tierra.
Dicho y hecho, la gente del otro lado de la senda peatonal está bañada por una tenue luz amarilla, cálida. Entonces lo veo pero no entre las nubes allá arriba, el sol está ahí con la multitud amarillenta, esperando con ellos, como yo y como ellos pero mirándome como nadie, y no me equivocaba, raja la tierra.
Se rie y me rio, y el semáforo que tiene ganas de volverse rojo para obligarnos a acortar las distancias, a través del asfalto y entre la gente distraída que espera llegar al otro lado mientras a algunos nos alcanza con llegar a la mitad.
Se larga la carrera, la maraña de pies que dejan el cordón y mis pasos y los tuyos junto a los demás pero andando lo mismo que si no hubiera nadie. Y entonces el eclipse, vos sol y yo lo que sea que hay del otro lado, y el resto es nada, es ruido de fondo, actores secundarios. Los dedos que se rozan al pasar, colgando de los brazos que cuelgan de los cuerpos que casi se tocan y empiezan a alejarse, mirada con mirada y sonrisa con toda la boca. Un último giro, cabeza hacia atrás y es la despedida. Vuelta a la vida, a tus cosas, a las mias, a la gente que no se da cuenta de lo cerca que estuvo de presenciar un choque de planetas, el mundo que sigue girando porque eclipses como estos suceden todos los días como si nada. Y vos seguís y yo sigo, como si nada. O no.

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