domingo, 20 de junio de 2010

a simple twist of fate

Se llama Martina y está cruzando la avenida para entrar en el edificio de la esquina, el de la puerta negra con el enrejado de puntas doradas. A mitad de camino, se agacha para levantar una pulsera que ve tirada en el asfalto.
Una cuadra más allá, Pablo espera en el banco para pagar las expensas cuando le suena el celular, y con bronca se va de la fila para atender el llamado en la vereda.
Saliendo del jardín, Andrea corre por la cortadita bajo la mirada de su abuela, quien rezagada unos metros más atrás viene gritándole que frene en la esquina.
Gastón estaciona el auto en una callecita, quiere bajar un minuto a comprarle a su novia los chocolates que tanto le gustan.
Guillermo intenta doblar la esquina mientras tironea de la correa de su perro, que insiste en ladrarle al chico distraído que habla por celular frente al cajero automático.
Pablo termina la llamada y levanta la mano para intentar agarrar el hilo y atrapar el globo que viene subiendo la calle, arrastrado por el viento.
Guillermo se queda sin fuerzas para sostener la correa y su perro corre libre hacia el cruce de la avenida.
Martina recoge la pulsera y se apura para alcanzar a su dueña, una señora que viene caminando ligero delante de ella.
Andrea avanza a saltos por la callecita cada vez más rápido, intentando alcanzar al globo volador mientras su abuela le grita cada vez más en serio.
Gastón pierde las llaves debajo del asiento, se agacha para recuperarlas mientras con la otra mano busca la palanca que abre la puerta del auto.
Martina está por alcanzar a la señora para frenarla, Andrea corre al encuentro de una puerta que se está por abrir, Pablo puede ver el perro que se le acerca y dejar el hilo escapar entre sus dedos.
Martina acelera el paso y el zapato se queja, partiéndose el taco en dos. Andrea ve su globo caer en manos de un señor y detiene su carrera. El semáforo cambia y el tránsito de la avenida avanza, el perro se asusta con los bocinazos y vuelve a Guillermo. Gastón baja del auto y decide mejor comprar flores en la otra cuadra. Cuando está llegando la ve sentada en el cordón con un pie descalzo y riéndose.
- Mi amor, qué hacés acá? Te estaba por ir a sorprender.
Martina despega la vista del zapato que sostiene en la mano y mirándolo fijo le regala una amplia sonrisa.
- Qué suerte, no?

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